Los valores de la empresa familiar como sustrato del capitalismo ético del futuro.
Desde que el mundo es mundo y los humanos hacemos cosas juntos para sobrevivir, nos juntamos para hacer negocios con las personas con quien más confianza tenemos; la familia o los amigos. De la salubridad y el éxito de esta unión depende nuestra supervivencia.
De las empresas creadas por amigos no he encontrado datos, pero sobre las empresas familiares españolas, según los datos del Instituto de Empresa Familia, en este 2023 representan el 88,8% del tejido empresarial, generan el 66,7% del empleo total (6,5 millones de empleos) y tienen una facturación que supone el 57,1% del PIB.
De hecho, este octubre de 2023 durante el XXVI Congreso Nacional de la Empresa Familiar en Bilbao, se realizó una radiografía del perfil de la empresa familiar española.
Según el Ministerio de Trabajo las empresas españolas han creado 900.000 empleos netos en los últimos tres años (2021-2013), más de mil al día, y muchos de esos puestos de trabajo han sido en sectores de gran innovación. Además, han conseguido esos resultados a la vez que reducían su endeudamiento para crecer con recursos propios y con beneficios no distribuidos entre los propietarios y accionistas. Se calcula que entorno al 16% de las Grandes Empresas Españolas son Familiares con un tamaño medio de 1.400 empleados y una antigüedad en una media de 50 años. De modo que también podría decirse que un porcentaje considerable de empresas familiares han logrado dar ese salto significativo de PYME a Gran Empresa consiguiendo ser «más grandes y longevas».
Todo parece apuntar a que el propósito y los valores de la empresa familiar son la clave de su éxito, de la sostenibilidad del negocio y la ventaja competitiva de su duración.
Los valores comunes a estas empresas suelen ser:
- Sentido de la responsabilidad de velar por el grupo.
- Confianza y estabilidad.
- Cultura del esfuerzo y el trabajo.
- Afán de superación y capacidad de progreso.
- Espíritu emprendedor: Inversión del patrimonio personal que se pone en riesgo. Mayor grado de autofinanciación y reinversión de beneficios para financiar el futuro crecimiento de la empresa.
- Alto grado de compromiso y dedicación al negocio.
- Arraigo y vinculación al territorio, que se traduce en unos estándares de responsabilidad social y medioambiental más elevados.
- Sentido de servicio y sacrificio.
- Gran vinculación con sus trabajadores, clientes y proveedores.
En otras palabras, todos sabemos que fortalecer los lazos de unión con los demás, mostrar respeto y confianza, ser bondadosos y honestos, colaborar con el cuidado de nuestra casa y el sustento de nuestro hogar, hace que a nuestro alrededor se genere generosidad, cuidado y bienestar.
El asunto crucial ahora está en preguntarnos ¿Hasta dónde somos capaces de amplificar estos comportamientos? ¿A nuestra familia? ¿A la humanidad? ¿De nuestro territorio al resto de especies y la casa común?
Son interrogantes que, desde hace años, nos hacemos aunque desde perspectivas diferentes, y que cobraron impulso gracias a una significativa expansión de los límites conceptuales, abriendo nuestro mundo a nuevas posibilidades.
Gracias a la sociedad del siglo XX se acuñó un principio revolucionario para la humanidad; la dignidad. Fue un cambio conceptual muy serio en la historia de la ética. La Declaración de los Derechos Humanos de 1948 se fundamenta en la dignidad. Esto es fruto no solo de la reflexión de quienes escribieron el texto, sino de toda una historia de la humanidad de sufrimientos y desencuentros y de la experiencia de que los seres humanos tienen dignidad y no un simple precio. Como dice Adela Cortina, una de nuestras grandes filósofas y catedrática Emérita de Ética y Filosofía Política; “La dignidad es el núcleo de la ética que tendría que ir construyendo una ciudadanía cosmopolita.”
Nuestra sociedad del siglo XXI ha llevado al 2.0 la declaración de derechos humanos definiendo en 2015 los Objetivos de Desarrollo Sostenible, ellos son la aportación de nuestro siglo a la ética humana y planetaria. En ellos aparece por fin la Tierra, sus ecosistemas y su clima, como sujeto de dignidad.
En los ODS se recogen los mismos valores de la empresa familiar, son un código ético, un acuerdo de llegar conjuntamente a amplificar los valores que protegen a los humanos y su casa común. A pesar de que no sepamos cómo llegar a ellos en lo macro, la empresa familiar es, en lo micro, el lugar donde venimos poniéndolos en práctica.
Por hacer un ejercicio de traducción, un juego conceptual para acercar dos ideas que parecen estar alejadas y, sin embargo, tienen un entrelazamiento cuántico indudable. Cada ODS casa perfectamente con los valores tradicionales de la empresa familiar:
Sentido de la responsabilidad de velar por el grupo
Toda empresa familiar busca prosperidad y alimento para todos sus miembros.
Confianza y estabilidad
Solo hay confianza y seguridad si hay salud y bienestar.
Cultura del esfuerzo y el trabajo
Toda empresa familiar busca mejor formación para sus trabajadores e incorporación de talento.
Afán de superación y capacidad de progreso
Igualdad para sus hijas en cargos directivos y consejos de administración y reducción de las desigualdades.
Espíritu emprendedor
Alto grado de compromiso y dedicación al negocio.
Arraigo y vinculación al territorio, que se traduce en unos estándares de responsabilidad social y medioambiental más elevados
La gran vinculación al territorio de las familias las hace cuidadoras de su entorno por naturaleza.
Sentido de servicio y sacrificio
¿Qué persona fabrica un bien que no le daría a su hijo? ¿Qué abuelos no apagan la luz antes de salir de la fábrica, de la casa o del despacho?
Vinculando trabajadores, clientes y proveedores
La red de relaciones vinculares con los grupos de interés es estrecha y se suele mantener en el tiempo generando alianzas naturales y orgánicas.
La ética familiar debiera ser un amplificador de la ética de los ODS.
Los valores familiares deberíamos expandirlos, profesionalizarlos y escalarlos para una ética con impacto masivo.
Nuestro gran desafío como empresarios es definir nuestros valores y usar un método para implantarlos, y poder producir bienes o prestar servicios que incorporen estos valores en nuestra cadena de producción. Solo así podremos amplificarlos.
La tarea no es fácil y requiere dos cosas fundamentales:
- Profesionalizar la empresa familiar con modelos de Desarrollo Organizativo, pactos familiares, etc.
- Incorporar modelos de sostenibilidad e impacto que incorporen la práctica de valores éticos en todo el proceso empresarial.
Los valores de la empresa familiar son el sustrato del capitalismo ético del futuro. La empresa familiar y sus éxitos son un tesoro social construido entre todos.
Tanto es así que desde el congreso de Empresa Familiar de este 2023 en Bilbao se nos ha pedido “evitar la polarización y apostar por la moderación y el diálogo”.
Espero, con estas reflexiones, tender un puente lingüístico y disciplinar para, sin colores ni sesgos, seguir trabajando juntos por profesionalizar las empresas e integrar la ética transversalmente en el negocio.
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